GESTIONANDO EMOCIONES: ¿Y QUÉ HAGO YO CON LA IRA QUE SIENTO?
Podemos afirmar sin dudarlo que las emociones existen en el ser humano desde sus orígenes para ayudar a su supervivencia, y por tanto, para protegerlo. La ira, el miedo, la alegría, la sorpresa, la tristeza… todas ellas tienen una función. Sin embargo, ¿quién no ha pensado más de una vez lo bien que estarían encerradas en una jaula, así, sin meternos en problemas? ¿Por qué si están para ayudarnos nos hacen enfadarnos con quién no queremos y de una forma desproporcionada … o nos impiden hacer una exposición importante en público?
Para poder entenderlas y para aprender a gestionarlas mejor, es importante conocer algunos aspectos sobre el funcionamiento de nuestro cerebro que nos ayudarán a comprenderlas y ser más empáticos con nosotros mismos y con los demás.
Nuestras estructuras fisiológicas y bioquímicas, cerebro incluido, no han cambiado mucho en los últimos trescientos mil años, lo que quiere decir que todos nosotros poseemos un organismo adaptado para sobrevivir a las condiciones de vida paleolíticas, muy diferentes a las de ahora. Entonces, vivíamos de la caza, la pesca y la recolección, éramos nómadas, vivíamos en cuevas y estábamos organizados socialmente en clanes.
Si en aquella época aparecía de repente una bestia, el cerebro detectaba inmediatamente peligro y ponía en marcha una respuesta emocional básica de miedo. Ésta proporcionaba energía para huir o generaba una respuesta de parálisis para no ser localizado por la fiera. Ambas aumentaban mucho las probabilidades de supervivencia.
Hoy en día la respuesta emocional básica es la misma, sin embargo, las situaciones de riesgo son muy diferentes. Nuestro cerebro puede percibir peligro ante una presentación en público y quedarnos con la boca seca, paralizados, incapaces de decir una palabra. ¡Lo que antes nos salvaba la vida ahora puede arruinarnos una importante presentación!
Nuestra mente primitiva podría percibir un ataque por parte de un clan ajeno y generar una reacción de ira para luchar, perseguir y clavar lanzas…. Hoy en día esa sensación de ataque podemos tenerla del director de nuestra empresa que nos hace una crítica… ,sin embargo, la respuesta de ira sería completamente desacertada.
Afortunadamente, en la mayoría de ocasiones no tenemos este tipo de reacciones tan desproporcionadas gracias a que utilizamos nuestra Inteligencia Emocional que nos permite modular las respuestas y adaptarlas al contexto.
La Inteligencia Emocional es definida por Mayer y Salovey como “La capacidad para identificar y traducir correctamente los signos y eventos emocionales personales y de los otros, elaborándolos y produciendo procesos de dirección emocional, pensamiento y comportamiento de manera efectiva y adecuada a las metas personales y el ambiente”. En definitiva, ser capaces de percibir correctamente como se sienten los demás, como nos sentimos nosotros mismos y modular nuestros sentimientos para adecuarlas al contexto en el que vivimos.
¿Qué podemos hacer con nuestra “ira bruta”?
Son muchas las personas que estos días están viviendo los acontecimientos y las medidas tomadas para gestionar la pandemia con una fuerte sensación de injusticia. Por poner uno de los muchos ejemplos que se están dando, entre el personal sanitario, la falta de protección recibida por parte de la Administración está siendo vivida con una profunda sensación de impotencia y rabia con la que les resulta difícil convivir.
Como decíamos anteriormente, nuestro cerebro reacciona ante una sensación de injusticia o ataque como lo haría cuando vivíamos en cuevas: dándonos mucha energía para luchar, correr, perseguir, atacar con lanzas, tirar piedras, trepar a los árboles…, sin embargo, ninguna de estas respuestas nos es de ayuda actualmente, es más, podría generar muchos problemas.
Bajo este estado de frustración y rabia discutimos fácilmente con nuestros seres queridos, nos enzarzamos en debates con otras personas, elevamos el tono de voz, nos cuesta respetar opiniones diferentes a las nuestras y sentimos que cualquier pequeño contratiempo nos desborda.
Para superar este estado es necesario aprender a canalizar esta emoción: ¿Cómo podemos hacerlo? Para dar salida a la ira de una forma no destructiva necesitamos utilizar estrategias mente-cuerpo.
Por un lado, necesitamos dar salida a la cantidad de energía que se ha generado en nuestro cuerpo y para ello el ejercicio físico es una herramienta muy potente. Correr, andar en bici, hacer Pilates, hacer pesas, etc. nos ayudará a descargar esa energía que posteriormente nos facilitará trabajar con nuestra mente. Las técnicas de relajación también pueden ser una gran ayuda para encontrar la calma. Para que estas estrategias tengan éxito, es mucho más eficaz incluir estos hábitos en nuestras rutinas diarias que hacerlo de forma puntual.
Potenciar el autoconocimiento y la observación nos ayudará a conocer las situaciones que fácilmente generan un “incendio” dentro de nosotros. Por ejemplo, para algunas personas ver el telediario o discutir con un amigo o familiar sobre un determinado tema se convierten en una potente fuente de enfado que posteriormente cuesta mucho manejar. Para ponérselo fácil a nuestro cerebro, sería bueno el poder abandonar o reducir estas prácticas durante un tiempo, hasta que hayamos aumentado nuestro autocontrol.
El detonante universal de la ira es la sensación de injusticia. Sin embargo, dar rienda suelta a esa energía destructiva posteriormente nos llevará a experimentar sentimientos de culpabilidad por haber actuado de forma no acorde a nuestros valores. Por lo tanto, para no entrar en un bucle que vaya minando la autoestima y las relaciones, es necesario canalizar esa emoción hacia acciones más constructivas. Por ejemplo, intentando determinar cuál puede ser nuestro granito de arena para empezar a girar esa situación que nos suscita sentimiento de injusticia. Centrar la atención en lo que sí podemos hacer.
Hay situaciones en las que no encontramos nada constructivo hacia lo que canalizar, en esos momentos es necesario tomar la determinación de no alimentar más esa ira con nuestros pensamientos y nuestra atención. Focalizar hacia personas o actividades que nos hagan sentir bien y de las que podamos disfrutar. Por supuesto, hay veces que los pensamientos pueden invadirnos, pero tomar la decisión de no alimentarlos constituye el primer paso hacia el bienestar.
Os dejamos el enlace a dos vídeos editados desde Cuántica que pueden ayudar en esta dirección:
https://www.youtube.com/watch?v=WGG36FXJwSg Técnica de respiración diafragmática.
https://www.youtube.com/watch?v=e47Yov7_CH8&t=102s Para evaluar y ajustar nuestra forma de interpretar la realidad.